domingo, 31 de octubre de 2010

Me dijiste...

Me dijiste: quédate,
Y todo el mundo
-así lo creo- paró.
El cielo cayó
A tus pies como el mar
(profundo, silencioso)
Golpea a las rocas
Con la furia del vencido.
Las hojas de los árboles
Volaron al ver tu paso
(mustio, marchito)
Aferrarse a la vida
-otra vida, no sé cual-
Pero que creo que es la mía.
Las palabras
Quedaron distantes de tu boca.
Repetías sin cesar mi nombre
(Pablo, Pablo)
Y mis ojos anticipaban
Su respuesta soñando el tuyo,
Margarita, te dije.
De repente, se hizo el silencio.
Amaneció de nuevo.
Una luz infinita apareció.
Brotó del mar una concha.
En ella se abrió una perla
(nacarada, inverosímil)
A la que decidí nombrar.
Morael, la llamé.
Tenía en sus formas las tuyas,
Serenas curvas,
Ojos terrosos,
Reflejos de coral en su simiente.
De repente, desperté.
Me dijiste: quédate,
Y todo el mundo
-así lo creo- paró.